domingo, 13 de abril de 2014

Cambios

Hace tan buen tiempo en la calle que por primera vez he preferido estar fuera de casa antes que dentro. Es domingo, todos los comercios están cerrados, y no hay un alma entre los edificios. Tan sólo se oye el griterío alegre de unos niños jugando cerca, y el ladrido de un perro alterado. Por lo demás, el mundo duerme, o dormita en este último día de semana. 

Esta vez, después de muchos meses de cambios, de estrés, de quehaceres y deberes, estoy viviendo un fin de semana en soledad, de descanso y preparación para la última cuesta del curso universitario. Y, sin embargo, nada de lo que me complacía ayer me sacia ahora. Antes disfrutaba estando sola, y ahora tengo la terrible necesidad de hablar sin sentido, de abrazar y ser abrazada. Antes, podía llenar las horas leyendo, viendo anime, escribiendo... pero las vibraciones que eso provocaba han desaparecido o se han reducido al mínimo exponente. 

La música no cesa en mis auriculares, no hay quien la pare, y apenas puedo contener la voz. Necesito cantar. Eso aliviará este hastío insoluble causado por la ansiedad del futuro cercano. 

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