Entonces brotaron las alas del ángel,
Grandes, anchas, blancas
plumas suaves a tu espalda.
Y se cargó el alma de sueños,
ángel, de deseos y esperanza.
Creció en su cabeza, como una
hermosa enredadera, la obtusa materia
que fueron sus mientes,
ángel, y todo ello
fue sombra, fue luz, fue amenaza.
Grandes brotaron las alas,
tan altas que dejaron de ser blancas:
alas grises de ángel, plateadas,
alas negras, oscuras y pardas
asolando cada esquina de la jaula.
Soñabas con apartar de tus ojos el velo,
ángel mío, con ser criselefantino,
en tus manos el divino cetro,
todavía lo sientes,
y de oro la corona en tus cabellos.
Mas no caben tus alas, ángel,
en el palacio que hay en tus costillas.
Ventanas eclipsadas por hilo de oro fino,
barrotes de hueso por columnas,
lo que fue lecho, ángel, hoy es sepultura.
Fue la inmensidad del sueño
la que puso en tu pecho la ambición.
Y ahora lloras, gritas, buscas,
angelito, quieres tus alas arrancar,
volar más allá de esta habitación.
Para nosotros, mucho me temo,
ya no queda salvación.
Arranca, ángel, de tu espalda
las alas, entrégate a tu sino,
rómpete, en la sombra, el corazón.
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