Han pasado tantos años que creí que la habrías olvidado. No
obstante, me has demostrado que aún la recuerdas perfectamente, que recuerdas
sus grandes ojos azules y aquella sonrisa infantil, su piel blanca y suave y su
enorme corazón. Sólo era una niña, ¿verdad? Todavía gozaba de aquella sana inocencia que le permitió acercarse a ti. Y luego llegó él, aquel chico tan
guapo y tan lleno de orgullo que se la llevó de tus brazos y te dejó
destrozado.
¿Sabes?
Hoy la he vuelto a ver. Está delgada, delgadísima. Sus ojos han perdido la
esperanza, sus ojeras moradas le envejecen el rostro y sus manos guiaban a dos
revoltosas criaturas por la calle. Me paré frente a ella y la saludé. Se echó a
llorar, me dijo que lo sentía, que jamás debió haberse ido de tus brazos.
Y si
te cuento todo esto es para que después de todo este tiempo dejes de culparte y
de lamentarte, porque tú vales mucho y todos lo pensamos. Todos creemos que te
has hecho fuerte, y que estás listo para volver a enamorarte.
Así
que simplemente levántate, deja de llorar y vuelve a dedicarnos esa fantástica
sonrisa. Tu sonrisa de ángel.
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