viernes, 4 de enero de 2013

Hijas de Perséfone, 6. Nicéforo.

Escogió como primer ataque el momento en que Umbría termina su trabajo e Inverna la despide entre besos y nieve. Se había olvidado convenientemente de Helide, pues no sabía muy bien cómo atacarle a él. O a ella. O lo que fuese. Él tenía una misión, y la iba a cumplir, por su honor, por el de su madre, y por lealtad a Érebo, quien se había presentado frente a la diosa Eris reclamando la colaboración de su hijo. Y allí estaba él, agazapado entre los matorrales, esperando a que Inverna se uniese a su hermana Umbría en la libidinosa danza que compartían justo en aquel lugar. 

La Dama Inverna no tardó mucho en aparecer. Su tranquila y fría expresión le recordaba mucho a su padre, Hades, era toda una belleza oscura y siniestra. Nicéforo sacudió la cabeza. Debía estar preparado. Umbría detuvo su danza, y supo que debía actuar. También ella era hermosa, pero su pasión le recordaba más a Apolo o incluso a su gemela Ártemis. Con un rápido movimiento, se abalanzó sobre ella por la espalda, la sujetó por el cuello y la cintura, bloqueando sus brazos. Inverna se enfureció, y la ventisca se volvió un vendaval. Observó iracunda aquellos ojos verde menta que la escrutaban con precaución, aquellos caracoles rubios que cubrían su cabeza, y supo inmediatamente de quién se trataba.

-¿Cómo osas atacar a una de las hijas de Perséfone. Nicéforo, hijo de Eris? 

Nicéforo no dijo nada. Cualquier respuesta podría dar pistas de los planes de Érebo, por lo que sujetó con más fuerza a la pelirroja y esperó a que le diesen la señal. Inverna era astuta. No le convenía hacerla enfurecer más.

-¡Suéltala! -Los copos de nieve se convirtieron en cristal puro, un cuchillo que hería incesantemente la piel del intruso .- ¡Ahora!

La Dama Umbría se agitaba entre sus brazos, pero tras cumplir con su labor no tenía fuerzas para defenderse. De sus ojos ambarinos caían gruesas lágrimas impregnadas con el miedo más absoluto. Jamás habían profanado su bosque, y aquella violencia era impensable para las cuatro hermanas, acostumbradas a vivir en la más absoluta soledad de sus elementos. Además, el hecho de que el ataque fuese contra Umbría exaltaba a Inverna en sobremanera. Nicéforo no entendía exactamente la relación entre ambas, pero no le importaba nada de lo que pudiese pasar. Iba a cumplir su misión. Incluso le resultaba divertido causar confusión en tan hermosos seres. Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar del hijo de la diosa de la discordia?

Una repentina oscuridad, ayuda de Érebo, inundó el bosque. Nicéforo arrastró a Umbría hacia ella, aprovechándose de la ceguera de Inverna, y ambos se perdieron en las entrañas de las tinieblas. Inverna corrió a tientas, gritó, hizo nevar y llover, creó vientos veloces y fuertes como el más robusto de los caballos salvajes. Pero nada ocurrió. Le habían robado lo que más quería. Y, a cambio, Inverna sumió al mundo en el invierno más crudo y largo de todos.

4 comentarios:

  1. Bueno, ¿entonces debía salir de la sombra, no?
    Aquí una lectora más, que espera que continúes con esta intrigante historia (:
    ¡Ánimo!

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    1. Nadie puede salir de la sombra sola :3
      ¡Seguiré tan rápido como pueda! Muchas gracias por leer y comentar :3 Y por los ánimos, claro ^^

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  2. Sinceramente, entrada a entrada me sorprendes. Sobre todo, esta historia me ha encantado. Me tienes totalmente en vilo, esperando cada día el siguiente. ¿No te he dicho nunca que me encanta cómo escribes? Sí, supongo que sí, pero desde luego, mereces que te lo diga una y otra vez, porque es totalmente verdad.
    Espero ansioso el desenlace de la historia, en la que has sumido a los personajes en la oscuridad (curioso, por cierto)
    Besos ^^

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    1. Yo espero ansiosa a ver un comentario tuyo. Estoy muy feliz de haberte gustado tanto, y de verte por aquí tan a menudo. Escribiré tan pronto como pueda, con apoyo como el tuyo es fácil :)
      Un beso :)

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