jueves, 21 de febrero de 2013

Hijas de Perséfone, 9. Aguas Turbias.

Acababa de salir de su laguna y, confuso, buscaba a su hermana por el claro. Sus grandes ojos celestes escrutaban el escenario, pero no había ni rastro de la Dama Cerinia. Ni una mísera flor, ni un animalillo juguetón, ni una pista de porqué la primavera había sido interrumpida. Las aguas también estaban intranquilas, se agitaban golpeando el cuerpo de Helide, querían decirle algo, pero ¿qué?

Sintió entonces cómo una mano invisible tironeaba de sus vestiduras. Alguna nutria curiosa, se dijo, mas los tirones se convirtieron paulatinamente en intentos de arrastrarle hacia el fondo. No era ningún animal.

Llenó sus pulmones del divino aire del Bosque, así como de valor para tratar de huir de quien fuese que intentaba atraparle. Empujó con todas sus fuerzas, luchó por salir desesperadamente a tierra, pero su captor lo tenía bien cogido y no parecía dispuesto a soltarlo. No tardó mucho en darse por vencido y sumergirse en las aguas, arrastrado por un fuerte y amenazante intruso. Ya bañándose en aquellas aguas, se giró para ver el rostro de su enemigo. El rastro de sus ondeantes cabellos de oro desapareció con el giro, dejándolo solo ante dos pálidos orbes de menta.

Nicéforo dudó unos instantes. Aquel muchacho -si es que lo era- poseía más bendición de Afrodita que cualquiera de sus hermanas. Derrochaba feminidad y hermosura por los cuatro costados, y la inocencia de su juventud palpitaba en su mirar. Sacudió la cabeza, le abrazó contra su cuerpo y llevó consigo a la Dama Helide, hundiéndose en las tinieblas nacidas en el fondo del lago.

Las Hijas de Perséfone han sido secuestradas, y un invierno sempiterno amenaza con imperar sobre el mundo.

4 comentarios:

  1. Lo prometido es deuda... ¡Saquemos los abrigos ya!

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  2. Agú.

    Ya no sé qué decir -que conste que eso es raro en mí, pero eres una de las pocas personas que consigue acallar mis palabras con las tuyas propias- ante tanta preciosidad que se esconde tímidamente entre cada entrada de las Hijas de Perséfone.

    Cada detalle, cada descripción... está todo tan bien cuidado.

    Jamás dejes de escribir.

    Besos desde más allá del aire que circula por las intransitadas calles de mi alma.

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    1. Uy, uy, uy, uy (L) Tienes que dejar de decirme cosas tan bonitas!
      De verdad, muchísimas gracias por todo,intentaré seguir enganchándote entrada tras entrada.

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