Las lejanas montañas del este todavía susurran su nombre, y el infame viento estival lo trae a mí sin ningún tipo de miramiento. Pero mi corazón se heló hace tanto que los oídos son sólo cuevas donde retumba la música y las lágrimas una mera decoración de cristal.
No hay fuego, ni calor. No hay poder curativo en las manos que otrora hicieron del amor su única labor. Y ya no se tejen las estrellas con mis pestañas, ni existen las sonrisas de atardecer.
Ahora soy un soplo de invierno, un olvidado manual de cómo ser una daga, y existo para que el miedo tenga unos aposentos a los que llamar hogar.
Un gélido, brevísimo, irónico y casi cruel soplo de viento se desliza entre las estalactitas del hogar del sinsabor, y un agudo llanto se rompe en la desgañitada garganta del temor.
Que hermosos versos, para una fria tarde como la de hoy son perfectos. Parece que el invierno quiere colarse entre el corazón de tus lectores, un trabajo precioso.
ResponderEliminarUn beso
Lena desde Compases Rotos
Muchas gracias, Lena, es un placer verte de nuevo por aquí. Me alegra que te haya gustado, y espero que el invierno te enfríe sólo para embriagarte de magia nevada.
EliminarUn frío beso,
Emily
Cuanta poesía junta!
ResponderEliminarMe encantó, trae cosas al corazón.
Gracias, Abril, no hay nada que me agrade más que saber que os puedo hacer sentir. Es un placer verte por aquí.
EliminarUn frío beso,
Emily
Podría comentar en todas y cada una de tus entradas, y no sabría qué decir más que "Sí. Sí, y gracias. Y por favor, por favor, Emily: no dejes que me falten nunca tus palabras." No sé si me he expresado con la precisión adecuada.
ResponderEliminarUn abrazo salado de la dama oceánica,
海♡
Y aunque sólo tuviese un comentario tuyo en toda mi vida, me sentiría agradecida al leer unas palabras tan amables de una persona con tanto criterio y talento. Te has expresado con la precisión adecuada, ni lo dudes. Espero seguir complaciéndote siempre.
EliminarUn frío beso,
Emily