sábado, 7 de marzo de 2015

Murmullos

Podía oírlas, podía escucharlas...
Oh, sí, goteaban, salpicaban,
Y en su caída,
en su dulce carrera
hacia el precipicio,
dejaban un rastro húmedo
que jamás se borraba.

Lluvia,
si erosiona la roca
y el cemento.
Sangre,
si mancha la piel
y encharca las venas.
Lágrimas,
si duelen como espinas,
si se clavan en el alma.
Humo,
si nacen del fuego
y del rencor.

Podía oírlas, podía escucharlas...
Divertidas, ensañándose,
tintineando en su baile
de un único acorde.
Nacían para morir,
morían para permanecer.
Ocultan la podredumbre,
ocultan el perfume,
se ríen en el silencio,
lo corrompen,
oscurecen la claridad,
difuminan la noche.

Repiquetean contra el oro
de la copa que ayer barnicé.
Tiene cicuta en el fondo,
algo de vino también.
Primero vendría la risa,
luego el sueño eterno,
y juro que, abandonado el cuerpo,
sometida el alma,
marchita la esperanza,
al entrar por las puertas oscuras,
podía oírlas, podía escucharlas...

4 comentarios:

  1. Me pone los pelos de gallina, como siempre, los sentimientos a flor de piel. Adoro cuando escribes poseía Emily, es realmente inspirador.

    Besos con sabor a pera,
    Vanclaise.

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    1. Me gusta que te gusten mis poemas. No se encajan en ningún esquema métrico y ni siquiera merecen llamarse poesía, pero tampoco es como si a mí me gustasen los esquemas establecidos. Y ya si te inspiro, mejor que mejor.

      Un frío beso,

      Emily

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  2. Vagando por tu blog, me topo con esto; y me ha gustado muchísimo, Em. Me ha parecido simplemente precioso.

    Epo

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    1. Muchísimas gracias, Epo, no sabes cuánto me alegra ver que te has molestado en pasar por aquí y que además has encontrado algo que te ha gustado :'3 Espero verte pronto!

      Un frío beso,

      Emily

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