viernes, 26 de junio de 2015

Llamada al laberinto

Corrí de nuevo a buscarte en el laberinto donde escogimos perdernos. Y aunque sabíamos que allí había una observadora reticente y ávida de nuestros versos prohibidos, continuamos haciéndolo como hasta ahora. 
Mi Chesire Cat es en realidad la Vitamina C de las buenas letras. 
Nuestra indiscreta lectora es una Gema preciosa de valor incalculable.

— Te necesito aquí ya.

— Estoy aquí, nunca me he ido.

— Pues ayúdame, porque no me encuentro.

— ¿Te paso un mapa?

— Envíame un sueño.

— ¿Lo prefieres de oscuras tinieblas o de luz cegadora? Hoy tenemos oferta en retazos de viejos recuerdos.

— Oscuras tinieblas, sombras en las que esconder las lágrimas que no quieren detenerse.

— No las detengas, mi cielo. Deja que manen y formen un río, un lago; el mundo está demasiado seco.

— El mundo es el desierto en el que me he perdido, y no me encuentro, y no quiero encontrarme.

— Deja de buscarte, piérdete en un verso, y allí donde se funden las palabras con tus dedos, estarás escondida, en silencio.

— ¿Y me encontrarán las estrellas? Van a reírse de mí, lo sabes. Su estúpida luz las hace creerse superiores.

— Las estrellas pueden morir asfixiadas en sus carcajadas si quieren, una sola sonrisa tuya vale más que ellas.

— No deberías decir esas cosas, sabes que en el fondo me las quiero creer.

—  Quizá en el fondo deberías tatuártelas, bordarlas con pan de oro sobre la oscuridad, para que nunca se te olvide.


— Pero se me olvidará. La tormenta se lo llevará, como se lo lleva todo. Y volveré a llamarte hasta que te canses de mis gritos.

— La tormenta barrerá el mundo y lo dejará limpio, a estrenar en un día de fiesta. Y yo siempre acudiré a tu canto de sirena.

— Las sirenas devoraban a los marineros que irremediablemente acudían a su llamada. ¿Quieres arriesgarte?

— ¿Morir entre tus garras? No podría llamarme Hades de forma más dulce.

— Mis garras esmaltadas hacen juego con tus ojos de niebla. Si te los arranco prometo darte el beso más inolvidable.

— Pues no dejes de besarme mientras la sangre dice adiós a mis venas y mi último suspiro se pierde, se aleja.

— Esta noche no, lechuza. Esta noche nos perderemos en el laberinto del minotauro. Pero ¡sorpresa! el monstruo soy yo.

— ¡Sorpresa, mujer de besos fríos! Los monstruos que me asustan solo existen en mi cabeza y perdernos suena a delicioso reto.

— Las paredes del laberinto son altos muros de marfil y terror, los pasillos ríos donde mueren las esperanzas y se asfixia el amor

— El cielo un abismo donde no hay estrellas, ni luz. Un mar sin fondo en el que anclarte.

— ¿Oyes cómo llora cada piedra? Es un laberinto sin ningún tipo de salida, cada curva te devuelve al punto de partida.

— Es un lamento infinito por la suerte maldita de quienes caen en esta encerrona.

— A mí me gusta este laberinto. Lo prefiero al mundo que me espera fuera de sus muros.

— Un mundo de alambres de espino y esperanzas rotas. Lo comprendo. Fuera sopla la muerte con furia.

— Pero dentro se respira el perfume de la ignorancia, la libertad de la elucubración. Me gusta poder llorar y sonreír.

2 comentarios:

  1. Por aquí me quedé yo ayer con la entrada jajaja Como por twitter, la entrada ha sido preciosa y me encanta veros crear en directo. Encantada, en serio. Y me ha hecho muchísima ilusión la dedicatoria, guapa.
    ¡Un besín!

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    1. La continuación está en el blog de Carla, pero me alegra que aun así hayas venido aquí como buena lectora stalker. De verdad, me encanta que te gusten nuestros delirios en directo, espero que te siga entusiasmando leernos, porque me encantaría conservarte a todos los niveles.

      Un frío beso,

      Emily

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