jueves, 21 de febrero de 2019

Monstruos en los bolsillos

Construye el templo

No podría asegurar si se trataba de una orden o de una sugerencia, pero cada amanecer atacaba su mente, el leitmotiv de la salida del sol, la canción que siempre tarareaba pero cuyo significado apenas discernía. Y Chi abandonaba esa música y comenzaba el día con alegría.

Construye el templo. 

Tenía que ser un sueño residual, una frase grabada en su cerebro por las voces muertas que contaban siglos de historia entre las páginas. Sí, un sueño. ¿Cómo iba a ser nada, cómo iba a ser... algo? Y Chi salía de la biblioteca, demasiadas horas estudiando.

Construye el templo

La noche se volvió extraña después de aprender que había cosas que nunca sabría. La noche empezó a parecerle vacía y llena a la vez y en su pequeña cama no dejaba de preguntarse si todos esos sueños y voces y canciones serían algo de verdad, si el búho que ululaba junto a su ventana sería en realidad un espíritu añejo y si las flores querían contarle verdades en la lengua de los olores. Y Chi tuvo miedo desde entonces, porque saber que nunca entendería asustaba más que cincuenta monstruos.

Construye el templo, Chi. 
Construye un templo para mí. Construye un templo para ella. 
Construye el templo de los ojos abiertos.

Chi abandonó la Montaña de buena mañana. Se llevó la música en el pecho, los libros en la cabeza y los monstruos en los bolsillos para que fuesen diminutos botones perdidos. Chi se encontró con un camino lleno de piedras. Bien, se dijo entonces, necesito piedras para construir el templo de la Diosa.

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