jueves, 10 de octubre de 2019

Cera, aceite, valor

Cera fundida se escurre en el rostro, la piel dorada, la luz sagrada, inmaculada, violentada por la sangre del candelero que jamás debiste reutilizar. Tantas horas de trabajo, tanto sudor, tantas ansias se escurren ahora por la brecha en tus rizos suaves, y ni rastro queda de las alas, bellísimas, magnánimas, vivas, las oyes llorar. Y una lágrima única cae a la tierra, Ícaro, porque no eras un ángel y quisiste volar, porque no eras ave y te permitiste soñar.

Aceite de una lámpara que arde en el desconsuelo del padre, la grasa en broncínea venera escurriendo como escurrió hasta marcar el rostro del Amor. La curiosidad de la una y la envidia malsana de las otras, eso, eso costó hacer huir al dios del lecho conyugal, de los abrazos, del agua tibia y del arrullo del mar. Te has condenado, Psique, te has arrancado el corazón y lo has lanzado lejos, tan lejos, que no lo oirás chillar.

Y a Dédalo que se lamenta junto a la pira ardiente, y respira el humo negro, y quema las reses y unge el cuerpo, le llega el consuelo de saber que, al menos, la cera se ha derretido ahí, en el cielo. Y a Eros le queda, en efecto, la angustia de amar siendo el amor, de verla vagar como castigo, de verse morir matándose a sí mismo.

Los dioses se lamentan como los humanos y los humanos aspiran a ser dioses, y son egoístas, y egoístas nacen, y egoístas mueren. Porque Ícaro quiso poder más y la muerte lo arrastró al silencio, lejos, lejos de las nubes; porque Psique quiso saber más y no aprendió de Prometeo que el fuego, oh, el fuego nunca trae nada bueno. Y son cuentos, sólo cuentos, mitos cuentos, mitos leyendas, cera y aceite que hacen sangrar tu cabeza, que te abrasan la espalda y calcinan tu corazón. Y cuanto la muerte te sobrevenga, recuerda que un día, estúpido, tuviste valor.

1 comentario:

  1. Hostia qué daño me has hecho colega. Lo cual siempre está bien, me gustan los textos que duelen, que pellizcan, que queman como ese sol y esa pira y ese fuego que, exactamente, nunca trae nada bueno. Quizás lo ligo mucho a mis movidas, pero me parece que has tratado muy bien en este texto el amor (todos sabemos que Ícaro un poco colado de Helios sí que estaba) como algo peligroso, algo que quema y hiere y a saber cuándo sana (ya hace dos semanas que me quemé la yema del pulgar mientras me preparaba un sandwich mixto y ya no duele, pero la piel sigue con un tacto extraño). Y son cuentos, claro, pero también advertencias... y pese a todo espero no perder el valor nunca (lapidaria esa última frase, por cierto).
    Creo que siempre me pongo más personal que nada en los comentarios que te dejo, pero no puedo dejar de verme reflejada y comprendida en zonas que sólo pueden explicarse, describirse y comprenderse en literatura. Conseguir eso es muy grande, no lo olvides.

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