Ruge la bestia en lo más hondo de la caverna. Ruge, las fauces abiertas son las puertas de un castillo putrefacto, y resuena el aullido en las entrañas de la tierra como un quejido sepulcral, un llanto feroz apagado en el silencio de la noche. Ruge la bestia cuando abre los ojos, cuando la luna, muy alta, brilla con malévola sonrisa, y ruge cuando las nubes la tapan y, entonces, se convierte en visir. En su pecho dormita la ira, es un toro bravo, es Escila agitando las aguas, lobo furioso esquivando los árboles en violenta oribasía. Ruge la bestia y reconforta a sus hijos, hoy la sangre hará ríos y no quedará nadie para contarlos.
Es la bestia una guerrera antigua, mano izquierda de la noche, oscura y nuestra, y hoy ya no distingue. Espumarajos abandonan las comisuras de sus fauces, sonriendo tensa al porvenir, siempre con la rodilla hincada en tierra, siempre preparada para salir. En su carrera no corre, vuela, atraviesa la arboleda, lanza en mano, tres ojos en su rostro y dos lenguas entre las mejillas, oliendo la carne que aún no ha sido despedazada. Furiosa hija de las Furias, explosiva nieta del fuego redentor, la bestia camina con pies descalzos y guarda corazones en su estómago de latón.
Ruge la bestia en lo más hondo de la montaña y busca su próximo festín visceral. Es tu propia furia devorándote el cuerpo, nadie la puede evitar, prepárate para la carrera de la bestia, sé montaña, sé el mar.
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