 |
| La entrada del cementerio (1825) Caspar David Friedrich |
Altas, ciclópeas puertas de roca y ladrillo, cimiento asentado de oriente a poniente, discretas las torres que forman la puerta sin verja de esta, la vieja necrópolis. El muro es un brazo, uno solo, y acoge la tierra de horizonte a infinito en el suave silencio de la última estación. Dulce, blanda crece la hierba dorada, acaricia su pecho, besa su espalda, salvaje pelaje en el libre albedrío, sin normas, sin reglas, enternecedor.
La vista se pierde entre colina y colina, nada más atravesar el umbral, la brisa danza entre vivos y muertos y todo huele a madera de pino, clavel, lirio y nogal. En el cementerio las palabras ya están dichas, reinan el sueño y la amable Amor, Letea diluye en los ojos los lamentos y el llanto, este es también lugar del corazón.
Cantan las almas silencios pacíficos, miman sus cuerpos, fríos, vacíos, sobrevuelan hermanas, nietos e hijos, quién fuera muerto para estar tan vivo. Más allá de las cajas, de la piedra y del sendero, la calma silente, el santuario verdadero. Llueva, truene, escampe o nieve, recuerda, forastero, aquí vive la Santa Muerte.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero no sé yo qué decirte. Ya van dos entradas tuyas en las que, creo, usas una obra de arte para inspirarte y crear todavía más arte si cabe. Y me gusta, la verdad, me gusta mucho. Le das otro aire, añades cosas que a lo mejor no se ven a primera vista o que directamente pertenecen a tu imaginario (esas referencias al mundo griego que no falten nunca por favor) y de pronto parece que la pintura tiene otro matiz, otra intensidad, más profundidad incluso.
ResponderEliminarA ver si me voy de rave con estos muertos tan majos y bailamos todos alrededor de la Santa Muerte, siendo a la vez ella, que se me ha apetecido después de este texto, que menuda atmósfera más estupenda le has dado. Ha sido como atravesar las puertas a otro lugar y sentirlo todo con, bueno, los cinco sentidos. Cuando toque, nos veremos en la fiesta ;)