sábado, 25 de abril de 2020

25. Floresta silente

Éramos veinte.
Bailábamos entre los arces
y el sol nos seguía
de este a oeste.
Violines, pan, vino y
dulces voces.
Pies descalzos sobre la
tierra, entre los leones.

Éramos diez.
Seguían las canciones
y el sol, tras las nubes,
aún persistía.
Fuego en el horizonte,
mengua el círculo y
muere, poco a poco,
 el bosque.

Éramos cinco.
Y bailábamos, con miedo,
por los oscuros rincones.
Ni arces ni pan ni
alegre mediodía.
Susurros, secretos,
tristísimos zapatos,
medias tintas.

Somos uno.
Somos todos y ninguno.
Somos sol, arces y panes,
somos danza y melodía,
somos luna, tormenta,
la venganza aquí escrita.
Del bosque, la voz,
de la noche, guía:
Miradas extintas
e historias perdidas.

1 comentario:

  1. Con este poema puedes estar hablando de tantas cosas que me resulta un poco inabarcable: si pienso en la atmósfera mitológica que le has dado (y en tus antecedentes), puede ser la extinción de dioses antiguos; pero también podría tener un mensaje muy actual sobre el medio ambiente o incluso tratar el tema de la pérdida de familiares, amigos y, finalmente, la vida misma hasta que todos nos convertimos en uno solo y trascendemos a todo lo que una vez fueron acciones y entorno. Sea como sea, es una historia ominosa y sutil, llena de matices y lecturas. Creo que este es uno de mis poemas favoritos de tu escapril, la verdad. Funciona perfectamente y me encanta el paso de pasado a presente en la última estrofa y el uso de la primera persona del plural en todo el texto, además de que hay un imaginario muy rico y elementos muy palpables. Casi me dan ganas de pedirte un relato al respecto, pero en forma de poema ya es sencillamente todo lo que debe ser.

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