Borrando huellas en la arena

Desde hace un tiempo, no soy capaz de escribir sin mantener antes una seria discusión con mi subconsciente. Quiere mantenerse al margen, quiere guardar silencio ante el tropel de sentimientos que me embargan día y noche desde hace tanto. Sin embargo, le he dicho que es hora de confesarlo, y que nunca más volverá a hacerme callar.

El problema es que no puedo olvidar. No sé hacerlo, nunca he sabido, y no es un buen momento para aprender. Alguien me dijo que debía olvidar el desencadenante de la destrucción y el caos que hay en mi interior, otra persona lo corroboró, pero añadió que no debía forzarme. Y lo he intentado, lo prometo, por mi bien, por mi salud mental. Pero nada.

Cierro los ojos y debo obligarme a no recordar, y mantener una guerra titánica entre mis deseos y mi conciencia. Dicha batalla ha llegado a un punto en el que no sé quién soy. ¿En qué pensaba yo antes de todo esto? ¿Cuál era el eje de mi vida? Siento un vacío inmenso cada vez que intento olvidar, pasar de página y seguir adelante, un vacío que me amarga y sale de mí en forma de lágrimas cristalinas, las más puras que han salido nunca de mis ojos. 

Así me di cuenta de que realmente estoy vacía, y me pregunto constantemente quién es esa persona que veo en el espejo cada mañana. ¿Acaso esto es todo? ¿Amar, sufrir y olvidar para sufrir todavía más? Soy una completa idiota que intentó ser feliz creyendo en un fantasma, poniendo la esperanza en un pozo oscuro y sin fondo. Ahora sólo quiero eliminar todo rastro de las sensaciones que me regalaste para empezar de cero, como el agua del mar borra las huellas en la arena; siempre y cuando logre recordar cuál es mi papel en este mundo frío, austero y, por qué no, cruel.