miércoles, 2 de diciembre de 2015

Irina

Esta noche, con Selene escondida
entre esponjosas nubes de tormenta,
una historia quisiera contar.
Pues un relato reside en mi alma
y de confesarlo es tiempo ya.

Cientos de almas y corazones
se enamoran del océano sin cuestionar
los misterios que esconde.
Así pues, ¿por qué no iba yo a hacer musa
a una misteriosa brisa invernal?

Cuentan las voces
del bosque de la eternidad
que junto al mar nació una sirena bípeda
entre música y lágrimas de sal.

Cantaba un viejo marinero
que al verla los dioses andar
arrancaron el fuego del carro de Helios,
trenzaron con él sus cabellos
y la devolvieron al mar.

¿Qué playa fue esa?
Quisieron saber muchos.
¿En qué lugar nació
la sirena con pies de damisela?

Y en verdad no es de nadie
de la playa la ubicación,
porque la niebla londinense la acunaba
entre las flores de los prados piemonteses.

¿El Piemonte? ¡Si no hay playa!
¿Inglaterra? ¡No conoce el sol!
"¡Ahí está, amigo mío!"
Digo siempre al que pregunta:
"¡Pues no sabe el hombre cuál es el camino
al verdadero monte de las Musas!"

Pero dejemos aparte el camino al Parnaso
y volvamos al tema que nos concierne.
Esa sirena, esa musa,
esa ninfa de los bosques que bebe libros,
que respira compases,
que alza sus ojos de miel
enmarcados en negras alas de mariposa.

Habíanla hecho con piel de luna,
y en su mente Metis plantó la astucia.
La hizo Apolo sabedora de sus artes
y el mismísimo Zeus le enseñó
la lengua de los dioses.

¿Y el nombre?
Os preguntaréis.
Pues todas las diosas tienen un mote,
y todas las historias conllevan un nombre.

Todavía no, queda más por contar.
Que la noche es joven y mi nueva historia
lenta se ha de revelar.

Si Homero la hubiese conocido,
habría desechado a Helena,
se habría deshecho de Penélope,
y entre héroes y guerras
la habría hecho surgir.

Si de Virgilio hubiese sido el placer,
adiós a Dido y a Lavinia,
esta sirena de ígneas trenzas
gobernaría el vergel.

Pero no era su destino ser
la titánide mediterránea,
no es para ella
la corona de espigas.

Su espíritu viajó tres veces en el tiempo,
en la historia del mundo,
y la convirtió en reina y señora
de mi corazón de tinta,
su amante mudo.

Abrió los ojos en abril de 1564
y se convirtió en la pluma
que escribió el teatro Shakespereano.

Desplegó sus alas
sobre San Mauro di Romagna
y sobre el microcosmos Pascoliano
hizo una blanda cama
de blanca estrella y lúcido sueño.

¿Era acaso un ángel? ¿Más que un ave del cielo?
Ella no es más que un universo entero,
un maldito cosmos contenido
en un argénteo cuerpo humano.
Un todo reducido
a una perfecta nube de polvo.

Y sí es cierto que hay nombre
para esta chiquilla,
amiga y hermana, diosa y humana.
Esa que cada noche en su cama,
entre las sábanas, el día termina,
con los ojos muy abiertos,
recordando estos x versos,
y susurrando a las llamas
que en su interior laten:

Dov'era la luna? La luna è insieme a Irina.




Tanti auguri, carina. Stai sempre piena di luce. 

4 comentarios:

  1. Y qué decir cuando las lágrimas hablan por sí solas. No sé si es porque tengo un cariño infinito a ese nombre, si es porque escribes de una forma que haría temblar a las estrellas, o si es porque últimamente soy una nube sensible. Pero, joder, me ha llegado directamente al corazón.
    Besos nubosos~

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    1. ¿Cómo agradecer unas palabras tan dulces? Ojalá tus nubes no abandonen nunca mis espinas, querida Garonne. Y que las lágrimas sean siempre de emociones puras.

      Un frío beso,

      Emily

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  2. Yo debería estar estudiando pero me he leído estas maravillosas palabras y me has quedado con la boca abierta. ¿Te han dicho alguna vez que tu escritura tiene una enorme capacidad de embelesar? *-* Me hallo sorprendida por lo bien que escribes. A ver cuando tenga más tiempo si puedo leer algo más tuyo para seguir leyendo cosas tan bonitas ♥
    Un fuerte abrazo,
    María

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    1. Ay, María, muchas gracias. Me alegra muchísimo que te haya gustado, y espero verte más por aquí. Me has sacado una gran sonrisa, gracias de verdad.

      Un frío beso,

      Emily

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