viernes, 5 de junio de 2015

In pulverem converteris, II

Agua que cae, agua que corre, lluvia, lágrimas,
No hay frío, ni miedo, ni hielo en las venas. Sólo queda el arrullo
de un riachuelo ganando caudal.

Las gotas de agua bailaban, en decadencia, por los bordes de la bañera que acababan de utilizar, y no muy lejos de allí los roces sordos de las pieles y las sábanas estropeaban el silencio de la imponente mansión. Habían abandonado los caminos, la lluvia, las miradas, la guerra y el pasado. Ella había regresado a su hogar, a un lugar donde nadie la esperaba, y él la había seguido porque tampoco tenía quien velase por él. Estaban solos, y se sentían más completos que nunca.

Pasaron días en aquel luminoso dormitorio. Ninguno podría asegurar cuántas horas o cuantas semanas habían pasado desde el final de la batalla, pues sólo se habían dedicado a alimentar aquel fuego que ardía más fiero que nunca, más bravo pero también más estable. Dormían abrazados y, al despertar, hacían el amor hasta volver a quedarse sin energías. Cuando se sentían sucios se sumergían durante horas en aquella bañera que ahora se secaba con lentitud y seguían devorándose el alma. Se detenían única y exclusivamente cuando el rugido de sus tripas superaba el volumen de sus jadeos y gimoteos, comían cualquier cosa y regresaban a su paraíso, a su fantasía, a sus orgasmos y sus sonrisas veladas. Pero un día él despertó, se desperezó inmerso en su burbuja de felicidad atemporal y se encontró solo en la cama que había acunado a la niña que con él era toda una mujer. Su corazón dio un vuelco, mas por suerte en seguida se abrió la puerta del dormitorio.

- He pensado que sería buena idea - La joven sonrió y dejó una bandeja sobre la mesita de noche. El desayuno olía como el mismísimo cielo.

- Pues has acertado, me muero de hambre - Le devolvió la sonrisa - ¿Cuándo te has levantado? No me he enterado.



- No he pegado ojo en toda la noche - Él la acomodó entre sus brazos y dejó que recuperase la bandeja del desayuno para atacar entre ambos sin piedad. Cualquier otra persona podría decir que eran estúpidos por no haber comido cuando se les abría el apetito, pero el miedo a abandonar aquellas cuatro paredes superaba al hambre con creces. Dejó que su chica le diese un pedazo de tortita y a cambio besó su mejilla.

- ¿Un mal sueño?

- Un mal pensamiento - Inconscientemente, se acurrucó entre sus brazos. Su adicción a su chico aumentaba segundo a segundo, y no quería ni pensar en la palabra rehabilitación. Sintió sus labios sobre su hombro, sus ojos felinos clavados en su rostro, sus manos aferrando su cintura. Esperaba una confesión -. No es nada, en serio.

- No se te da bien mentir, tienes que empezar a asumirlo - La estrechó contra su cuerpo -. Espero que no te hayas quedado en vela pensando en qué pasará a partir de ahora o en todo lo que ha pasado.

Le dedicó una triste mirada orgullosa, dándole a entender que tenía razón  pero que no quería ser ella quien lo confesase. El muchacho apartó la bandeja del desayuno, la obligó a darse la vuelta y la abrazó con fuerza. No quería recordar sus peleas, su separación, sus errores, sus silencios... No, no, no. Se negó internamente.

- Simplemente tengo miedo. No sé qué vamos a hacer a partir de ahora, y me asusta volver a perderte.

Lo besó tan repentinamente que apenas alcanzó a cerrar los ojos. La sintió temblar, tiritar sobre su cuerpo, poniendo hasta su último aliento en aquel mordisco infinito cargado de pavor y emotividad. Se aferró a su cuello, y se vio obligada a llenar de aire sus pulmones en cuanto lo liberó de mimo semejante. Sus ojos brillaban, amenazantes, cargados del peligro que su inestabilidad mantenía siempre en la superficie. La estrechó de nuevo, buscando cerrar esa herida que se revelaba abierta en forma de humedad en sus ojos oscuros. Ahora lo entiendía todo. Ambos tenían algo de lo que arrepentirse, algo que los había separado y debilitado, algo que los consumía como un recuerdo ácido e imborrable. Su primer impulso fue darle la razón, aceptar que nada había pasado y olvidarlo todo, pero su orgullo y su corazón eternamente rencoroso se lo impidieron.

- Negarlo no hará que desaparezca.

- Era lo único nuestro que podía haber perdurado y lo destruí sin pensármelo dos veces - Su voz fue un murmullo que poco a poco se atenuó hasta desvanecerse.

- Nadie destruirá esto - La besó, imponiéndose a su frágil cuerpo sobre la cama, sin dejar de rodearla con sus brazos -. Nada podrá destruirlo - Deshizo el nudo que cerraba el batín que la vestía y acarició su piel mientras la besaba. A veces le daba miedo romperla, no porque fuese más frágil, sino porque él mismo estaba hecho añicos y cada pedazo cortaba como el filo de una espada. Contra su boca, confesó:- Ni siquiera nosotros podremos destruirlo. 

Sus lágrimas empaparon las sábanas, mas no fueron freno de cuanto compartieron aquella mañana. Una vez más, yacieron juntos en su amor, en su juventud y en sus miedos, y se prepararon para regresar al mundo real no como individuos sino como un solo ser. Las aguas fluían mansas tras la pasada tormenta, y en el curso del río flotarían si es que nada se lo impedía.

Uno, dos, mitad, ninguno. El agua limpia, el agua purifica.
Las lágrimas son espejos de heridas y alegrías.

De nuevo, gracias, Vic.
Primera parte: Fuego 
Tercera parte: Tierra


9 comentarios:

  1. Me ha gustado el texto, está genial. Te sigo.

    Un abrazo!

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    1. Me alegra que te haya gustado, Cristian. Muchas gracias por leerlo, por comentar y por seguirme, espero que te guste lo que vayas a encontrar por aquí.

      Un frío beso,

      Emily

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  2. Me alegro de que hayas continuado con estos dos personajes y su triste historia de amor.
    Si ya me enamoraste con su primera parte, esta segunda me ha dejado con el corazón acelerado.
    Gracias por compartirlo, un beso
    Lena

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    1. Ay, mi querida Lena, cuánto me alegra que sigas leyendo esta historia. Todavía quedan dos partes más, y espero que te gusten mucho. Gracias por todo, de verdad.

      Un frío beso,

      Emily

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  3. Necesito meterme en las aguas profundas de esta historia, sumergirme en ella. Conocer cada matiz, el antes y el después, beber cada detalle que puedas ofrecerme. Me encanta, Em, como cualquier cosa que tus maravillosos dedos escriban.
    Un beso resquebrajado,
    C.
    PD.: quiero tener una bañera. Las bañeras molan.

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    1. Ojalá algún día consiga sacar los primeros metros de inmersión que merece esta historia. De verdad, a mí me ha enamorado, y me alegra que a ti también.

      Un frío beso,

      Emily

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  4. Muero de amor de lo tierno y triste que es todo esto. Te quiero pedir permiso para poner las frases del principio y final de los capítulos en mi puerta. Ah! Y está "Su primer impulso fue darle la razón, aceptar que nada había pasado y olvidarlo todo, pero su orgullo y su corazón eternamente rencoroso se lo impidieron." *^* Las adoro<3<3<3

    Me está gustando mucho esta historia^^

    Un besín!!

    Angie

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    1. Por supuesto que puedes, faltaría más. Será todo un honor para mí que mis frases estén en tu puerta, recopiladas junto a tantas grandes frases. Muchas gracias, Angie.

      Un frío beso,

      Emily

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  5. AY, sí que son superadorables estos chavales ♥ ¡Quiero seguir leyendo ya! Me está encantando la historia, es totalmente tu estilo. Tienes una virtud para describir las escenas eróticas con ese toque de sutileza, de encanto... buah.

    ¡Un beso!
    Étincelle

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