Himno, tardía, armonía, enorme y luminoso
Gris. El enorme gato que desde hacía varias noches la vigilaba en sus horas de sueño era del color gris marengo del asfalto. Sus ojos grandes, también grises, brillaban allí, en su lugar sobre la cómoda de Reagan, como focos de luz apuntando a su rostro, como lunas nubladas en la noche invernal, como espejos del alma misteriosos e indescifrables. Se movió, inquieta, entre las sábanas. Sabía que no había realmente ningún gato sobre la cómoda, pero podía verlo, y eso la intranquilizaba a pesar de que empezaba a acostumbrarse.
Se sentó en la cama y se estiró antes de ponerse en pie lentamente sin dejar de vigilar al animal, que permanecía sentado con su oteo luminoso directamente clavado en ella y en sus movimientos. Caminó hasta el tocador, tratando de ignorar al felino para contemplar su reflejo en el espejo; tal y como esperaba, allí estaba su doble, de pie, a su espalda, con lánguida expresión y la lacia melena oscura cayendo sobre un camisón de una época muy remota. Contuvo el aire. Aquella ella que veía reflejada a su espalda no parecía peligrosa, sólo triste y curiosa. Extendía las manos hacia ella como una muñeca rota que busca volver a ser abrazada, y unas lágrimas huecas empañaban sus mejillas. Reagan no pudo evitarlo, se sobresaltó y se giró para encontrarse con la asoladora nada de su dormitorio. Nada, ni dobles, ni gatos enormes. Apurada, abrió la puerta del dormitorio y cruzó el pasillo de puntillas para dar con el lavabo. Y como siempre, como siempre desde hacía semanas, mientras se lavaba la cara con agua abundante comenzó a sonar en algún lugar de la casa una balada triste de violín, una armonía pluscuamperfecta que la asustaba por ser ilógica, la cautivaba con una historia de notas y acordes que no entendía más allá de la afinación, y la ponía en alerta porque sabía qué se encontraría al regresar a su habitación.
Tardías encontraban las lágrimas lugar en sus ojos de leche con café al observar en su dormitorio el festival más absurdo de todos cuantos podía haber presenciado. Sobre la cama yacía su gemela, muerta, con el camisón anegado de sangre y la fina piel de sus muñecas arrancada por las uñas del gato que todavía relamía los restos de sus zarpas acomodado en el alféizar de la ventana. Sentado sobre su escritorio, con media sonrisa y media mueca de frustración, el violinista del extraño sombrero, que tocaba magistralmente el himno a la locura, la melodía que empezaba a provocarle ataques de ansiedad, la canción que no se podía quitar de la cabeza ni por activa ni por pasiva. Y como si nada importase, como queriendo convencerse de que nada era real, Reagan cerró la ventana, espantando al animal de piel de plata, apartó las sábanas, diluyendo el cadáver hasta que fue un vasto recuerdo y se durmió con el sonido del violín perturbando cada una de sus terminaciones nerviosas. Al despertar, la almohada estaba empapada de sus llantos silenciosos, algún dios de lo evidente le había pintado oscuras bolsas bajo los ojos y en lugar de su bonita sonrisa sólo una mueca de crispación y unos labios fruncidos.
Gris. Aquel enorme gato era gris, y Reagan temía que en cualquier momento fuesen sus venas las que se abriesen para liberar su sufrimiento en forma de lágrimas rojas.
Continuación: Chispas
Este relato participa en el Proyecto Para Dos de la Plataforma Reivindicando Blogger.
A veces asusta lo dentro que puede meterse alguien de tu subconsciente. Algún día os contaré a Pacs y a ti algo parecido que me sucedió relacionado con un espejo.
ResponderEliminarBueno, en fin. Qué deciros. Es poesía pura. Una maravilla. Mis más sinceras felicitaciones. Sois un arpegio perfecto.
Un beso,
C.
Los espejos dan miedo, reflejan tanto lo que queremos ver como lo que no. Gracias, preciosa mía, no sabes cuánto me alegran tus palabras.
EliminarUn frío beso,
Emily
Qué atmósfera, por Dios! Opresiva, podría decir, tal vez un poco siniestra. Una verdadera pesadilla narrada magistralmente.
ResponderEliminarChapeau.
Me halagas, Denise, de verdad te lo digo. A veces las pesadillas son más reales fuera de los sueños que en ellos, y eso intentábamos reflejar. Gracias por tu sinceridad.
EliminarUn frío beso,
Emily
Y como siempre, no defraudas, querida :)
ResponderEliminarHe llegado a anguistiarme leyendo el texto, he visto la sangre y he visto al gato. De verdad, enhorabuena por esta maravilla :) Estoy deseando leer la continuación de esta maravilla.
Vic ~~
Y espero seguir sin defraudar, querida Vic. Me alegra haber conseguido meterme en tu cerebro, y espero que también te haya gustado la parte de mi buen Paco. Gracias por tus palabras, es un placer, como siempre.
EliminarUn frío beso,
Emily
Dios, que mal cuerpo se me ha quedado después de leerte pulpito, que angustia.
ResponderEliminarConcuerdo con la señorita Victoria en que no defraudas, nunca lo haces, pero no me esperaba algo de este calibre ni por asomo.
Un beso de pera,
VAN.
De eso se trataba, supongo. No creo que nadie pueda sentirse a gusto al leer lo que vivió la pobre Reagan, salvo, tal vez, los demonios del infierno. Gracias, Van, gracias por recordarme lo mucho que te gusta lo que escribo. Será un placer seguir gustándote.
EliminarUn frío beso,
Emily
Es un terror elegante, Em. Muy elegante. Y que Reagan esté tan harta, diría que incluso torturada, me gusta. Que se lo tome ya como una terrible monotonía de la que sabe cómo deshacerse, aunque le cueste, aunque le canse.
ResponderEliminarMuy interesante. Me está gustando mucho.
Voy a seguir con la segunda parte.
¡Un abrazo!
El terror, si no es elegante, puede perder el ritmo de la sinfonía. O al menos eso quiero creer. Me alegra de veras que te haya gustado, gracias por leer y comentar, es una delicia tenerte por aquí.
EliminarUn frío beso,
Emily
Em, como cada vez que leo algo tuyo, me impresionas.
ResponderEliminarConsigues que me meta de lleno en lo que leo y que sienta cada palabra.
Es maravilloso. No sabes lo mucho que me llega a gustar.
Voy a continuar en el blog de Paco porque me ha encantado y muero de ganas por saber cómo continúa.
Un beso enorme,
Ara.
En cierto modo, una historia debe ser como agua, para sumergirte en ella y salir con alguna sensación, frío, humedad o asfixia. Y me alegra que te hayas tirado confiada en mis palabras. Gracias por ser tan sincera siempre, por halagarme con tu comentario, espero no defraudarte nunca.
EliminarUn frío beso,
Emily
He tenido que volver a leerlo por que me han atrapado demsiado las palabras y he leído como hipnotizada. Voy a continuar la historia por que estoy en vilo. Me encanta tu forma de escribir, lo dije una vez, lo digo ahora y espero poder decirlo siempre ^^
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
María
Que las palabras te atrapen siempre, querida, es mi gran deseo. Espero que te guste la segunda parte, y mil gracias por tus palabras.
EliminarUn frío beso,
Emily
Y yo que soy amante de los gatos no me hubiera asustado nunca, al menos no sin la aparición de mi doble en el espejo xD ¿Y si la doble es la que narra? Impresionante, muy buen relato. Me voy a leer la continuación.
ResponderEliminar¡Saludos!
También yo lo soy, y sin embargo hay gatos que son más efímeros que reales. Gracias, Cyn, muy amable por comentar.
EliminarUn frío beso,
Emily
Me encanta el terror y me ha gustado mucho este relato. Me recuerda a un Poe moderno, como si hubieses actualizado el género gótico a nuestros días.
ResponderEliminarGenial, encantado de haberlo leído :)
No te imaginas lo halagada que me siento con semejantes palabras, de verdad. Gracias, Rodrigo, es un placer hacer cosas que os gusten.
EliminarUn frío beso,
Emily