jueves, 10 de octubre de 2019

Al trote

Al galope, al galope sobre tus caderas, robustas, al galope sin miedo a caer porque si caigo seguiremos al trote. Llora la luna sobre nuestras pieles, montañas, llanuras y valles empapados en labios, en luces y sombras, y yo no temo a nada al morder tu boca fresca.

Galopamos ambos, nos resentimos pero no cesamos, somos pájaros de fuego ardiendo e incendiando el cielo infinito, somos grandes tormentas en días de verano. El restallar del cuero vivo rompiendo el silencio, eso, eso es cuanto quiero oír durante el resto de mis días. Tu voz rota y la mía ausente en bocanadas largas de verbo incoherente.

Tambores lejanos acompasan la danza que a nadie mostramos, el ensayo eterno que jamás llega al escenario, y en todos los pases, en todos ellos, habríamos galopado cada vez más lejos. Y las manos, cortadas de asir las riendas con fuerza, se enlazan lento en la niebla de los ojos tiernos, de la cama pequeña y de los párpados que caen, agotados, en la pradera serena.

Galopemos una vez más, amor. Galopemos al infinito hasta que caiga el telón.

1 comentario:

  1. Deberían ponerle este texto a todos los poetitas estos que se creen que escriben textos eróticos y lo único que dan es vergüenza ajena. De verdad. Menuda lección de suave erotismo, de buen gusto, de delicadeza y fuerza al mismo tiempo. Hay que ser cuidadoso de no traspasar la línea de lo sensual a lo pornográfico cuando se quieren describir estas cosas de forma sutil, y tú has sabido no cruzarla.
    Me fascinan las frases "somos grandes tormentas en días de verano" y toda la última oración del penúltimo párrafo. Cómo se acaba todo, cómo llega la calma y la caricia , aunque se vuelva a galopar otro día.
    En fin, qué maravilla.

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