miércoles, 31 de agosto de 2011

Cuando se rompen las muñecas

A la hija de los Evans la tienen encerrada, pero eso no es algo nuevo. Desde que tenía cinco años y se puso tan enferma, nadie la ha vuelto a ver, su padre la encerró en su alcoba por miedo a perder a su única hija. Las chicas del pueblo se ríen de ella por estar tan blancucha y débil, los chicos trepan por los árboles que rodean la casa para poder ver su hermoso rostro e intentar colarse en su cuarto.

La pobre Emily Evans se viste de muñeca día tras día, duerme en una cama de plumas y juega a ser princesa. Se da largos baños de espuma todos los días y deja divertidos mensajes en el espejo del baño, juega con sus muñecas de madera y toma el té con sus peluches junto a la ventana. Y por las noches, cuando los demás chicos y chicas dejan de tirar cantos contra su ventana, se sienta en el banco que hay bajo ésta y observa la luna y las estrellas soñando que algún día podrá tocarlas. Emily Evans no es feliz porque su padre la trata como si fuera de cristal. Lleva quince años jugando a los mismos juegos, viviendo las mismas aventuras en la misma habitación, leyendo los mismos libros y novelas cada día del año, y ya está cansada. Quiere salir a correr bajo la lluvia, llenarse de barro la ropa y cantar a voz en grito junto a los demás niños. Anhela explorar el pueblo y el bosque, navegar por la bahía y descubrir lo que hay tras las montañas. Le gustaría maquillarse para salir a bailar con un chico guapo, como uno de los príncipes de los que hablan sus cuentos. Pero papá jamás dejará que Emily salga de la fortaleza de su castillo, a pesar de que hace años que está curada.

Una tarde, a la hora del crepúsculo, Emily miraba soñadora cómo el sol se ocultaba tras las montañas cuando un grupo de chicos del pueblo comenzó a saludarla, a decirle lo guapa que era y lo mucho que deseaban conocerla. No solía hacerles caso, pero acababa de leer un hermoso libro sobre una mujer enamorada de un príncipe, y eso la había deprimido lo suficiente como para escuchar a aquellos brivones. Esperó a que se marchasen, a que la noche se adueñara del cielo y a que su padre le diese las buenas noches para abrir la ventana. Sacó una pierna fuera de la ventana y apoyó el tembloroso tacón en el alféizar, sacó la otra pierna y estiró la mano para agarrar la rama más cercana. Apenas se acercaba. Sujetándose a la ventana abierta, se estiró un poco más, pero sus hermosos zapatos de muñeca resbalaron y la hicieron precipitarse al vacío. Las lágrimas le inundaron los ojos, el tiempo pareció ralentizarse, y lo único que pudo decir antes de que su cuerpo impactase contra el duro suelo fue: "Libertad"

Las secas hojas otoñales se tiñeron de un rojo escarlata brillante; la muñeca de cristal se había roto para siempre, y su alma vuela ahora libre en forma de mariposa.

9 comentarios:

  1. Ahh Tati! Me encanta!! Pobre chica... la "muñeca" se había roto. Un beso!!!

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  2. Nada más que decir aparte de que te quedó fabuloso y estupendo, me gustó mucho tu forma de narrar los hechos y de atrapar al lector.
    Esta es una historia muy bella y trágica, de hecho mi favorita hasta ahora de lo que he leído de este blog. Felicitaciones, ya sabes que yo también te sigo.
    Adieu, nos leemos pronto...

    Annie Louise C.E.
    Kinahase

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  3. Vaya, muchas gracias a las dos ^^ Realmente, esta es una de las historias que más me han gustado hasta ahora, pero seguiré escribiendo hasta crear otra que os guste del mismo modo. Gracias por los comentarios. :)

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  4. Me encanta cómo escribes, ¿te lo había dicho alguna vez? Jaja
    Pobrecilla... Por tanto protegerla, al final el golpe fue más duro...

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  5. Es precioso, me encanto como describiste a Emily tan frágil y triste... jeje estas echa una artista :P

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    1. Muchas gracias, bel :) Siempre me animas con tus comentarios ^^

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  6. Creo, y solo creo, que este fue uno de los relatos que hizo que me enamorara de ti. Te echaba de menos y vine a refugiarme en tus letras.
    Espero verte volar pronto,
    C.

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    1. Entonces lo proclamaré como la primera chispa de nuestro bonito romance. Gracias por volver a mis inicios, preciosa.

      Un frío beso,

      Emily

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