[...] Abrióse la turbia bóveda celeste, partiendo los negros nubarrones en un tormentoso orificio en cuyo interior se arremolinaban los haces de luz. Abrióse así mismo la tierra bajo el robusto asfalto, quebrándolo en mil pedazos y provocando pliegues y excedentes.
Bajó de entre las nubes de plomo el arcángel, entre blancos harapos y jirones. Las alas resplandecían pese a la ausencia de luz.
Ascendió entonces de la grieta en el asfalto un ser alado, cuyos ojos estaban inyectados en sangre y se le trababan en la piel. Su cuerpo estaba ocupado por feas cicatrices causadas por la supervivencia, y sus alas estaban formadas por cartílago incinerado de aspecto ramificado y carente de plumas.
Juliette sabía lo que era aquello, se estaban peleando, pero no por ella. La lucha entre aquellos dos hombres simbolizaba algo mucho más grande, la guerra entre dos mundos totalmente opuestos y unidos desde el principio de los tiempos.
Las lágrimas angelicales empaparon la arena del Infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario