Sucedió en una blanca, blanca, blanca tarde de invierno, cuando nadie, ni tú ni yo, estaba pendiente del viento. Sucedió donde la piedra es negra y gris y donde los árboles no son más que un alfil. Sucedió sin llamar la atención, en el blanco, blanco, blanco silencio, con el reloj en la hora exacta y en sus mientes un dulce arrullar.
Fue la mano de un dios, dijeron unos, alegaron otros que fue la ira del mar; mas fuera quien fuese simplemente sucedió, todo pasó demasiado rápido en el olvidado pueblo, pues fuera quien fuese lo hizo sin siquiera rechistar.
Y aun sin saber qué, cómo, quién o cuándo, el boca a boca surge en forma de cruel espiral, era el invierno, era el silencio, era la luna: blanca, blanca, blanca fue la muerte; blanca, blanca, blanca la nieve al crepitar.
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