martes, 12 de julio de 2011

Del recuerdo, 4.

IV

El gran reloj del salón principal dio las doce, y seguían todos allí reunidos. A penas hacía un mes desde el horrible asesinato de tía Margueritte, y sólo tres días atrás tío Vic y Frederic habían regresado al país. También Beatrice había vuelto de Londres, acompañada por su esposo Richard y sus pequeños, Thomas y Anissa, los cuales descansaban ya en sus aposentos.

Aquella misma tarde acordaron utilizar una memoria simple, pues todo había sido tan sumamente repentino y tía Margueritte era tan joven que no disponían de ningún testamento. No obstante, fue el tío Vic quien lo decidió todo. Sus ojos azules no brillaban, se consumían por segundos tras la noticia de la muerte de su esposa, y se hallaban tan apagados ahora como lo estuvieran ante el testador y el escribano aquella tarde tan lúgubre.


-La fortuna será dividida a mi muerte-Había dicho-. la mansió será para Circe y Charlotte, pero Frederic se encargará de dirigirla hasta que ambas sean desposadas-Cerró los ojos ante el silencioso asentimiento de su familia.

Y allí estaban ahora, el funesto 14 de Octubre absortos en sus respectivos pensamientos nueve horas después de haber redactado las reparticiones.

Vic estaba sentado frente al buró de madera oscura, escribiendo una carta para algún empleado anunciando que sustituiría a Frederic en la empresa americana. Las dos hermanas miraban absortas algún punto entre sus manos entrelazadas, acurrucadas ambas en el sofá carmesí, con los ojos secos y rojos de tanto llorar.
Frederic estaba apoyado contra la pared de la esquina contraria, lejos de su padre y hermanas, junto a Circe, la cual observaba el caer de la lluvia y su repiquetear contra la gran vidriera. Así, vuelta hacia el ventanal, con su primo a la derecha, comenzó a hablar:

-Siento que nos volvamos a ver después de tanto tiempo por algo tan doloroso...

-Lo cierto es que no es un buen motivo para nada-Añadió él. En los cuatro años que llevaban sin verse, Frederic había crecido mucho: a sus diecinueve años, le sacaba casi una cabeza de altura, su cuerpo estaba totalmente musculado, fornido, era esbelto. Los ojos castaños adquirían con la luz matices verdes, con los años se habían rasgado y profundizado; sus cabellos caoba se ondulaban con delicadeza al dibujar el marco de sus facciones duras. Suspiró, colocando los brazos en jarras, y preguntó:-. ¿Hay novedades con respecto al asesino?

Circe le miró de reojo, aquellos ojos verdosos la miraban profundamente. Se sostuvieron la mirada.

-Los hombres no encontraron nada, y mucho menos la policía. Pero otras tres mujeres han sido asesinadas de la misma forma.

-Desangradas-Circe asintió-. Es tan atroz...No entiendo que puedas estar tan tranquila habiendo visto...-Apretó los puños- Habiendo visto a mi madre de aquella forma...

-Me desahogué en su día, pero me di cuenta de que si yo no mantenía la calma, Charlotte no podría soportarlo.

-Responsabilidad, ¿eh?- Se apoyó de nuevo en la pared, con las manos en los bolsillos y los ojos cerrados.-. Me alegro de que mi hermana te tuviese aquí para cuidarla.

La muchacha sonrió con dulzura.

-Ahora ya te tenemos a ti- Se sonrieron.

En ese momento, Vic se levantó y miró a su hija menor:

-Charlotte, creo que deberíamos ir a ver a ese chico del que me hablaste, Daniel Edwards.

-¿Dejaréis que me case con él, padre?-El hombre asintió, y una fugaz sonrisa se dibujó en sus labios. Abrazó a su hermana y se puso en pie.-Será mejor que me retire, entonces. Debo estar descansada.

-Así sea.

-Nosotros también nos retiramos- Beatrice y Richard abandonaron la sala al poco de hacerlo Charlotte. Frederic se acercó a su padre a la par que Circe se sentaba cerca de la chimenea.

-Padre, ¿porque habéis decidido tan rápido?

En silencio, el hombre de los ojos azules se acercó a su sobrina y comenzó:

-Cuanto antes aparte a la pequeña de esta casa, mejor. Parece feliz con ese hombre, y ser feliz es lo que tiene que hacer- Colocó las manos en los hombros de la muchacha antes de proseguir-. Ambas habéis presenciado algo trágico.

-Pero, padre- Replicó el joven-, según eso, también deberíais casar a Circe.

Vic sonrió con complicidad:

-Conozco a Circe igual que conocía a su padre, y se que ambos son iguales: odian estar ligados a alguien por un mero acuerdo. Sois personas pasionales-Esto lo dijo mirándola a los ojos-, os gusta sentiros vivos y lo preferís a sentiros a salvo.

En ese instante, Circe comprendió lo mucho que apreciaba a su tío Vic y lo bien que éste la conocía. Se sintió mejor, notó un calor que no tenía desde hacía mucho: el cariño de un padre.

Ataviada con el largo camisón blanco, se sentó sobre la cama. Habían pasado demasiadas cosas, incluso echaba en falta las miradas inquisidoras de tía Margueritte y añoraba los tiempos de confidencias entre su prima y ella. Pronto, Charlotte se casaría con el hombre de sus sueños y Circe volvería a estar sola. Bueno, con Frederic, pero eso no era de gran ayuda. Si con su tía no podía expresarse como le gustaría, con un hombre sería como tener voto de silencio.

Unos golpecitos en la ventana captaron su atención. Con el corazón en un puño, se acercó lentamente y, a través del cristal, vio lo que menos esperaba...

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