viernes, 26 de octubre de 2012

Sonrisa delatora

Después de todo aquello, decidió ser -o al menos parecer- una persona normal y corriente, una chica más en aquella pequeña ciudad. Su sonrisa de aparente alegría natural engañaba a los adultos y les hacía entrar en su mentira de calma y paz, pero una tarde, al regresar a casa, descubrió que no todos creían en sus palabras.

Paseaba por el parque cuando un balón llegó a sus pies. Se agachó, lo tomó entre sus manos y se acercó a grupo de niños que lo habían lanzado fuera del campo. Los pequeños la observaron con seriedad, atentos a sus ojos, pero sin apartar la mirada ni un ápice de su sonrisa. Emily cerró los labios, suspiró, les entregó el balón y dio media vuelta.

Llegar a una ciudad donde nadie te conoce es una gran oportunidad para empezar de cero, especialmente si necesitas olvidar un turbio pasado. Pero aquellos niños podían sentir el mal corriendo por sus venas, podían oler la muerte en todo su ser. Habían visto sus colmillos asomar en su impecable sonrisa, y en ellos habían reconocido el peligro.

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