viernes, 28 de diciembre de 2012

Hijas de Perséfone, 4. Helide.

Llega al claro donde termina su viaje: una pequeña laguna escoltada por más árboles de negruzco esqueleto, el único lugar donde el cielo está despejado y el sol convierte la superficie del agua en brillante diamante líquido. La Dama Cerinia bajó del lomo de la cierva, se acomodó en la orilla de la laguna, donde no había tierra o arena, sino una superficie constituída por miles de pequeñas conchas y esqueletos de moluscos marinos. Las ondas castañas que conforman su melena cubren sus partes pudorosas y caen en sinuosas formas sobre el cementerio de pechinas y veneras. Inspira, sonríe y espera. Al fin ha llegado la época en que se reunirá con Helide, sin duda el más extraño fruto del vientre de Perséfone. Le llaman Dama por su impecable melena dorada, por su dulce rostro aniñado y su voz melodiosa, semejante al sonido de una flauta travesera. Helide canta al amanecer y al anochecer, danza sobre las rocas de la laguna y entre las tranquilas aguas del lago. Pero su cuerpo no es de mujer. No hay senos ni ninguna otra curva, tampoco hay músculos masculinos definidos. Las tres hermanas se preguntan si, tal vez, se trata de un varón, pero como el ser puro y virginal que es, Helide siempre cubre sus genitales con una holgada túnica blanca, recordando así a un ambiguo miembro de la mejor estatuaria griega. 

Las aguas comienzan a agitarse. Del centro mismo del estanque, el cuerpo de Helide emerge, izado por los invisibles brazos de su padre, el Sol. Caminando entre las aguas, dejando que el extremo inferior de la toga se empape, se acerca a la Dama Cerinia y se sienta junto a ella. Rostro de infante, imberbe, suave, delicado, con mejillas sonrosadas, ojos grandes, azules e inmensos como el océano, y piel tersa. Torso pueril, sin ningún tipo de curvatura o musculatura, con areolas casi invisibles, y un colgante de valvas de cangrejos ermitaños al cuello. Lacios mechones dorados, empapados, tapan su espalda desnuda y tocan sus caderas con gracia.

-¿Me estabas esperando? -Pregunta con su melodiosa voz.

-Por supuesto -Sonríe la muchacha-, ha pasado mucho tiempo.

Helide se acerca a su hermana, la aprieta contra su cuerpo y besa cándidamente la mejilla de Cerinia. Después, poniéndose en pie, la coge en brazos y la mete en el lago junto a él.

-¿Qué haces? -La Dama Cerinia se agarra con fuerza a Helide.

Sin decir una palabra más, comenzó a cantar y a bailar junto a su hermana, haciéndola reír, salpicándola con las cristalinas aguas, llamando al sol más cálido del año, invocando el tiempo de actividad agrícola y de descanso vacacional. Helide y Cerinia danzan, dan vueltas y juegan en el estanque, hasta que la morena se evapora en un mar de flores blancas, dejando al andrógino solo en su ballet. Con su actitud pacífica y somnolienta, Helide esperará a que todo vuelva a empezar, a que Umbría despierte para volver a dormirse en el fondo del estanque.

Helide

Emily Broken Rose

3 comentarios:

  1. No se como lo haces pequeña, pero a cada relato te superas. Me encanta esta entrada :)
    Un beso

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  2. Cada capítulo acentúa mi espera anhelante por el siguiente. Las palabras simplemente danzan, me encienden el corazón. Te superas cada vez más. Te has ganado un fiel seguidor, uno de los millones que habrías de tener.
    Un beso :3

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    1. Tus palabras hacen que me emocione en sobremanera. Es para mi un placer darte la bienvenida en mi mundo de sombras y letras, espero que te sientas a gusto y que te quedes mucho tiempo :)

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