domingo, 7 de septiembre de 2014

Indomable


El sol se acostó antes de que Shana pudiese comprender que nada dura para siempre, y cuanto más pestañeaba más se oscurecía el cielo. Se quedó paralizada, viendo los dorados rayos vestirse de naranja, de rosa, de morado y de azul antes de transformarse en la sombra oscura que es la noche. Sobre los árboles que cercaban su jardín, apenas podía distinguirse una luz, y se dijo a sí misma que de algún modo cobraba sentido que la última noche fuese una noche sin estrellas. Suspiró profundamente, entró en casa, y cerró las puertas tras de sí. 

El verano se había acabado, y con él la libertad. Y sin embargo, tenía algo muy claro: aunque estuviese atada de pies y manos, condenada seguir órdenes y a cerrar la boca, en su cabeza las palabras eran mariposas revoloteando, y en cada página de cada libro ella se volvía indomable.

Hasta pronto, mis pequeños demonios.

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