sábado, 27 de diciembre de 2014

Niebla

- ¡Creúsa! - Su voz sonaba más lejana a cada paso que daba, internándose en la espesa niebla que siempre había rodeado la montaña - ¡Creúsa, no! 

Pero sus pies no querían detenerse y tampoco su corazón. Había algo en la niebla que la atraía irremediablemente, una voz que susurraba su nombre, un fuego hogareño que templaba sus huesos incluso dentro de aquella carne fría y mortal. 

De repente, unos ojos. Dos luceros castaños, espesos y carentes de expresión. Igual que la niebla y todas las preguntas, cada duda y cada interrogante desapareció de su interior. La niebla había colonizado su ser, y una única palabra flotaba en el vaporoso manto de inconsciencia: Gerión.

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