lunes, 27 de abril de 2015

El Príncipe de las Espinas: Trono de aguijones

1. TRONO DE AGUIJONES

Los primeros alaridos del heredero a la corona rompieron el silencio de la noche en el Castillo de las Rosas. La servidumbre despertó al vibrar las caprichosas cuerdas vocales del príncipe recién nacido, todo el pueblo comenzó sus labores con la salida del sol sabiendo antes la gran noticia, el corre-ve-y-dile llevó las nuevas por toda la región. Todo el pueblo lo escuchó. Y a día de hoy todos lo recuerdan.

Veintitrés inviernos pasaron desde aquel día once del último mes, y ya no quedaba más que la remembranza del día de su nacimiento. Después de aquello, nada había resultado favorable para el reino de Câlin, la desgracia había sobrevenido a los hombres, al ejército, a la familia real. El príncipe se acomodó en su trono de aguijones y observó, mudo, el vacío de la inmensa estancia. Antaño había sido grande, su palacio rara vez se hallaba desierto y el eco no tenía lugar allí donde la música y las alegres risas de los nobles resonaban. En su memoria flotaban todavía los retales de una época feliz, de una época de paz, del amor y el mimo en los que tanto sus padres como sus súbditos lo ayudaron a crecer. Y, sin embargo, poco tardó en cambiar.


Sus ojos verdes desaparecieron tras los cansados párpados sombreados con limaduras de madera calcinada. ¿Cómo había podido cambiar todo tan rápido? Su ejército, derrotado en la batalla del valle Arreen; su madre, asesinada en su propia alcoba, a manos de Edkhar el traidor, quien durante años había liderado el consejo de su padre. Su padre, ah, el mejor rey que Câlin hubiese tenido, justo y sabio, atrapado en las garras del enemigo. Ni siquiera sabía si seguiría vivo tanto tiempo después, pero cada noche el príncipe rezaba porque así fuese. Suspiró. Tarde o temprano, contraatacaría. Tarde o temprano.

El reino de Avator, de fundador epónimo, se hallaba al otro lado del valle. En las entrañas de su fortaleza, un ejército de mercenarios y rebeldes se jactaban todavía de la destrucción de Câlin, del holocausto tras el cual el príncipe se quedó sin pueblo al que gobernar, sin soldados a los que dirigir, sin reino por el que luchar. Sobre su cabeza de cabello oscuro brillaba la corona de príncipe, y es que se negaba a sustituir a su padre. No. No hasta que venciese a Avator y los suyos, no hasta que reconstruyese lo que le pertenecía, no hasta que vengase a cada mujer, a cada niño, a su pobre madre, a sus hermanos y hermanas. Esperaría en su trono, con su corona de infante, hasta que alguien rompiese la maldición con la que la pérfida hija de su enemigo lo había hechizado para no poder abandonar aquel castillo. Y cuando la libertad le fuese devuelta, derrotaría a Avator, y se erigiría sobre el mundo como el príncipe de las espinas.

Emily
El Príncipe de las Espinas (clic)
Siguiente capítulo: 
Smoking crayons under an autumnal tree

6 comentarios:

  1. Muy buena introducción, querida :) A ver qué demonio se me ocurre para seguir con nuestro pequeño proyecto :)

    Vic.

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    1. Muchas gracias, Vic. Espero que este proyecto nos dure mucho tiempo y nos una cada día más. ¡Ánimo con la segunda parte!

      Un frío beso,

      Emily

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  2. Very interesting.... a ver como sigue

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    1. Gracias, Teba, esperamos que te guste.

      Un frío beso,

      Emily

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  3. Desde luego es una introducción excelente, y tengo muchas ganas de saber como va a continuar la historia de este misterioso príncipe.
    Un beso enorme
    Lena

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    1. Muchísimas gracias, Lena, estoy deseando que Vic suba ya la segunda parte para ver con qué nos sorprende.

      Un frío beso,

      Emily

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