jueves, 2 de febrero de 2017

Aquel lugar

Añoro leerte. Nuestros abrazos nunca fueron de piel, ni de lágrimas, ni de voz, ni de lluvia. Nuestros abrazos eran de palabras y añoro leerte. No eras mi libro de cabecera, ni mi libro favorito, ni siquiera un libro que recomendaría a cualquiera, pero eras un libro muy especial y ese hueco en mi biblioteca jamás volverá a ocuparse.  
Añoro la forma en que podía difuminarme contigo, ser palabras y nada más, ser ausencia, volar sobre tus plumas gris nube y derretir el hielo contra las ventanas de nuestra casa. No sé, tal vez esto es un síntoma más del poeta que nunca seré y del artista que nunca he sido. Pero te añoro, eso lo sé.

Escarcha volvió a aquella gran casa de estancias infinitas, a los cristales y a las rocas, a los muebles arropados bajo gruesas capas de polvo, y simplemente se sentó a esperar. No sabía cuánto tiempo llevaba sin sentarse allí, junto a su ventana, así que se limitó a acomodarse y admirar el silencio. Entre sus manos sostenía un cuaderno en blanco que alguien había mutilado y maltratado y allí, al pie de la última página, escribió por primera vez lo que sentía. De un golpe, cerró el libro, caminó hasta el ventanal para dejarlo sobre el alféizar y se dio la vuelta, decidida a abandonar aquel lugar una vez más. Al salir, sobre la rama de un tosco árbol, observó los ojos grandes de una lechuza que le devolvió la mirada, impávida, admirándola como si fuese una aparición.

 Me gustaría decir hasta pronto  Dijo Escarcha , pero ambas sabemos que todavía no tenemos valor.

A Lechuza, por si volviese.

1 comentario:

  1. Sus alas blancas revoloteaban alrededor de la rosa, leyendo en sus pétalos el frío del invierno. Aquella estación siempre le recordaba a ella, pero no porque fuera gélida y pálida, no porque fuera escarchada. Le recordaba a ella y a los baños de burbujas antes de dormir, al té caliente junto a la chimenea, a la silenciosa calma que danzaba entre ellas cuando escribían juntas.
    Juntas, como siempre estuvieron y nunca debieron dejar de estar.
    Cuando salió de la casa de paredes azules, ahora desconchadas, pensó en lo que había dicho Escarcha, antes de cerrar la puerta hasta la próxima vez que la nostalgia la condujera a aquel lugar.
    «Volamos en círculos que, inevitablemente, se cruzan. No tardaremos en chocar la una con la otra. Y llevo eones deseando ese momento».
    ~Lechuza

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