Márchate de estas tierras, Agar, y llévate contigo el fruto de tu vientre. Márchate lejos y esconde el regalo de Yahvé, el primogénito del patriarca, entierra su nombre en las arenas del desierto y cose tus labios para que nadie sepa tu historia. Que Sara era infértil y tú un vergel. Que Abraham no se lo pensó al engendrarte un hijo. Que a Sara tampoco le importó, pues estaba devastada. Que no hubo celos, ni odio, ni mentiras, ni velos. Que tu destierro es por ley, y que por ley tu hijo vivirá en la sombra.
Márchate de estas tierras, Agar, y aprende a vivir sola. Abraza a tu retoño, protegeos del viento, y jamás cierres los ojos en la noche sin recordar que, en algún lugar al otro lado de la montaña, Sara os recuerda y os lamenta con corazón puro. Quizá Sara tendría que haberse ido con Agar. Quizá nunca debieron separar a los hermanos. Quizá la ley y la voz del cielo no deberían estar por encima del corazón, de la rabia, del dolor. Agar contaba las estrellas para Ismael hasta que el pequeño se dormía y sólo entonces murmuraba:
Márchate de nuestras tierras, Abraham, y lleva tus leyes divinas lejos de nuestras mujeres.
Me FASCINA el giro que le has dado a la historia. De pronto no es que Agar y Sara se odien, es que la esclava debe irse, como dices, por ley. Por convención, por patriarcado, por creencias. No sabía yo que iba a acostarme esta noche necesitando una versión extendida y fanfiquera de una historia bíblica, PERO BUENO tampoco me quejo.
ResponderEliminarGracias por darle dimensiones profundas a personajes femeninos maltratados, por cubrir de actualidad una historia tan antigua (y por tanto tan humana) y darle una nueva profundidad, una nueva lectura.
ENCIMA UNA HISTORIA BÍBLICA CON LO QUE ME GUSTAN A MÍ ENNNN FINNNN CHICA que qué placer leerte.