viernes, 24 de abril de 2020

24. Las tripas hacia lo infinito

Vórtice
en mi vientre,
en cada herida,
la sombra latente
de la muerte en vida.
Agujero negro, eterna
caída a trompicones,
sangre muriendo
en mis venas,
no valen las oraciones.
Infinita dolencia,
vórtice que nunca
se cierra,
ver tu foto y la mía,
sentirte tan cerca,
en la memoria,
y tú, tan lejos,
sin conciencia.
Me absorbe
haberte dejado lejos,
con la inocencia,
que me arrastre
pensarte
al río continuo
del tiempo,
al cuento sin moraleja.
Vórtice
en mi vientre,
en cada herida,
vórtice que nunca
se cierra,
perdida en el
ayer hoy siempre,
abierta en un cosmos
sin estrellas.

1 comentario:

  1. Leo este poema y no dejo de pensar en dos vertientes, aunque la segunda me convence más que la primera. La primera es que todos tenemos a alguien a quien dejamos atrás, alguien a quien quisimos y por algún motivo no pudimos continuar a su lado, y eso se nos queda clavado para siempre y mirar hacia atrás es caer en un agujero negro de recuerdos de cuando éramos más inocentes, intentar viajar en el tiempo cuando sólo existe el presente y llorar un poco. La segunda vertiente es que ese alguien a quien dejamos atrás somos nosotros mismos en otra etapa y que a veces echarse de menos es sencillamente inevitable.
    Me parece un poema profundamente triste, Tati, alejado de imágenes de violencia de las que a ti y a mí nos gustan y sencillamente... un dejarse arrastrar por la fuerza gravitacional de la pena. Me duele en especial ese estar abierta desde siempre y para siempre en un cosmos sin estrellas. Son unos versos finales muy potentes tanto en imagen como en sentimiento.
    Voy a leer otro poema antes de hundirme del todo en la negrura.

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