lunes, 2 de noviembre de 2015

Punto de inflexión

Nunca, nunca más. 
Como el cuervo de Poe, 
nunca más. 
Como el país de Peter Pan, 
nunca jamás. 

El traqueteo del tren y el silencio de la madrugada doblegaban las circunstancias a sus pensamientos entumecidos por el cansancio acumulado. El viaje desde Ámsterdam era largo, tedioso, y en una locomotora tan vieja e inestable pocos valientes se atrevían a jugársela. Además, el camino tampoco ayudaba mucho: vías envejecidas por la falta de cuidado, caminos estrechos, montañosos, lejos de cualquier amparo o socorro. La noche sin estrellas lo devoraba todo, pero una gran luna producía una triste penumbra sobre las copas de los árboles de un desconocido bosque que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Acomodándose en su asiento, en el cálido interior de su gabardina, escudriñó el exterior a través del cristal de la ventana, encogida, buscando escudarse del mundo del que huía deliberadamente. Sí, huía. Huía como un cobarde, como alguien que se ha cansado de luchar contra todo, como un crío que busca su identidad sin saber que está en su propio interior. Y se sentía patético, cierto, pero ya se ocuparía de redimirse más tarde, cuando llegase a Anthea y su vida cambiase por completo, y todo quedase en un capítulo terminado de un tomo que guardaría en el estante de sus recuerdos en completo silencio, hasta que el polvo y la tela de araña lo ocultasen de las miradas indiscretas de sus sueños malvados.



Se había divertido mucho, la verdad. Ahora todo parecía una tormentosa nube de confusión y sentimientos encontrados, pero recordaba haberse divertido muchísimo a pesar de su juventud. Podía distinguir cada género musical con sólo escuchar un par de compases, sabía bailarlos y cantarlos, e incluso tocaba algún que otro instrumento. Conocía el sabor de todos los cócteles que servían en las quince discotecas por las que pasaba viernes tras viernes sin excepción, desde que cumplió los dieciséis hasta la noche en que todo cambió; por supuesto, tenía amigos en cada esquina, rollos de una noche aquí y allá, y algún que otro desliz con el que no le importaría hundirse hasta el abismo más profundo. Pero a pesar de todo sabía que se acercaba el punto y final de su etapa más feliz, más libre y más lejos de su verdadero destino.

Todo había ocurrido en la Sala Blue. ¿O había sido en Steel Diamond? Suspiró profundamente y tiritó en su mullido asiento del tren, evitando mirar a su acompañante, la culpable de todo. Definitivamente, había sido en la Blue. Allí se había encaprichado de la chica de los rizos oscuros, de la misteriosa estudiante de instituto que parecía salida de la noche glamurosa, de sus ojos castaños y del ritmo que marcaban sus caderas al caminar entre el gentío de la pista de baile. Tenía que intentarlo, porque no sabía no intentarlo, así que se atusó el pelo, se deslizó como una serpiente y bailó junto a ella, contoneándose, hechizándola como sólo Jeremy Prince sabía hacer.

- Hey.

Parpadeó, regresando a la realidad. Su acompañante se había inclinado hacia él, con una sonrisa gélida vibrando en sus labios.

- ¿Qué? - No quería hablar con ella. No quería saber nada de lo que se le pasaba por la cabeza, y ahora sus destinos estaban ligados para siempre. La vergüenza carcomía sus entrañas con el poder de un ave de rapiña, y sin embargo se mantenía tan estable como el orgullo se lo permitía.

- Deja de pensar en esa noche - El sudor frío perló su rostro de niño chico, de duendecillo pecoso, al tiempo que la pérfida sonrisa de la joven se acentuaba -. No tiene sentido que sigas repasándolo a no ser que quieras repetir.

Sin pensárselo, Liz lanzó una patada contra su espinilla con intención de molestarlo, con la risita en los labios, con el vacío devorando sus pupilas inexorablemente. Lo odiaba. Realmente lo detestaba y él lo sabía, y comenzaba a odiarse también. Tampoco es como si hubiese podido controlarlo, la culpa había sido de ambos por no medir, por no tener control sobre las cosas, por no pararse a pensar dos veces antes de ceder. ¿Ceder? No, antes de lanzarse como un maldito animal en celo a su pescuezo de piel marmórea, a su cuerpo de ninfa, a sus ojos tenebrosos como dos abismos. En cuanto el baile les hizo rozar sus cuerpos y las pieles se encontraron, algo estalló, algo que ahora los obligaba a viajar juntos a una ciudad a la que pocos podían llegar. Sí, se besaron, y fue el mejor beso que ambos habían tenido el placer de experimentar, al menos, hasta que llegó el segundo, y un río de sensaciones manó de sus cuerpo, de sus corazones, de sus cerebros ligeramente alcoholizados. Entre besos, se presentaron, y no hubo más palabras hasta que se encerraron en uno de los cubículos de los baños de chicas, se quitaron lo justo y necesario y follaron como animales hasta que todo se desató. Y en el momento justo en que ambos estallaron en un orgasmo intenso, un orgasmo de polvo de baño de discoteca, Jeremy pudo ver cómo sobre la piel de su muslo izquierdo se dibujaba la marca del rey, mientras que en la pierna derecha de Liz se vislumbraba de forma innegable la marca de la flor de la corona. Era ella. Ella era su punto y final.


- Lo siento - No pudo contenerse, la miró con los carrillos encendidos y una solemnidad que lo arrastraba a la más profunda oscuridad. Liz chasqueó la lengua contra los dientes, molesta, pero no dijo nada; en el fondo, muy en el fondo de su ser, alcanzaba a comprender que de alguna forma aquello era inevitable, y que el azar y la fortuna se habían distorsionado en las siete letras de la palabra destino -. Pero compréndeme, ese no es nuestro lugar por mucho que queramos que así sea. Y si no vamos ahora por voluntad propia, cuando nos encuentren no tendrán compasión.

- No te equivoques, Jeremy. Puede que Ámsterdam no fuese tu lugar, pero no te atrevas a decir que yo no pertenecía allí - Cruzó las piernas largas, altivas, y Jeremy se estremeció. Estaba completamente sometido al aroma de la flor de la corona -. Sí, soy huérfana, y puede que mis padres fuesen de... a donde sea que vayamos...

- Anthea.

- Como sea - Resopló -, pero yo no pertenezco a ese lugar. Por mucho que ese estúpido tatuaje diga lo contrario.

- Liz...

Te quiero. Tuvo que fruncir los labios muy fuerte, consciente de lo raro que resultaba todo, pero sabía que era así. Sólo uno de los Hijos de Anthea, la sociedad secreta que controla la gran ciudad desde las sombras, nace con la marca del rey, y sólo una de las Hijas es la flor, y ese vínculo es tan fuerte, tan indestructible, que Jeremy ya sufría ante la indiferencia de aquella chica hermosa a la que parecía obligar. No, se dijo, el vínculo siempre es mutuo, el sentimiento siempre crece de forma recíproca. Oh, pero Liz estaba tan enfadada... La había apartado de todo, de sus fiestas y su realidad, de su presente, para llevarla a la magia de verdad, a la fantasía oculta en una ciudad como otra cualquiera, a ser la reina obligada de un pueblo del que él mismo había escapado en su momento.

- Dices que esta mierda nos pasa ambos, ¿verdad? - La muchacha carraspeó al tiempo que el revisor pasaba junto a sus asientos con total normalidad - Eso de... Ya sabes de qué hablo. Entonces, ¿por qué quieres que vayamos? ¿Por qué tenemos que ir al lugar del que te fuiste hace ocho años?

Y sin más, se inclinó hacia ella, resurgiendo de su propio caos como el rey que iba a ser, como el hombre en el que quería convertirse. Un cartel destartalado oculto parcialmente por la maleza asilvestrada anunciaba que apenas quedaban unos kilómetros hasta su destino.

- Porque todos los Hijos de Anthea sienten cuándo las marcas aparecen. Tarde o temprano se darían cuenta de quiénes somos, y al encontrarnos nos tendrían más limitados que en una cárcel. Al acudir voluntariamente demostramos respeto y lealtad a la tradición, lo cual es bueno si no queremos acabar siendo las marionetas del Consejo.

El rostro de Liz pareció relajarse, como si acabasen de quitarle un peso de encima; por primera vez, sonrió al chico como antes de su primer beso, con picardía, con desparpajo, llena de luz. En aquel momento, aunque ninguno de los dos dijese nada, comprendieron que efectivamente no se trataba de una leyenda, que estaban hechos el uno para el otro, y que se dirigían a su destino de cabeza sin mirar si hay agua en la piscina más grande de sus vidas.

- Espero que seas tan buen rey como bailarín.

Y en un alarde de atrevimiento, se cambió de sitio, se sentó junto a ella y besó su mejilla. Ella, riendo sin emitir más que un susurro sibilino, tomó su rostro con las manos, pálidas fuentes de caricias, besó su boca y dejó atrás el cansancio y la ira que le sabía infinita al principio. Nunca más volverían a dudar. Si su camino se volvía extraño, difícil y sin un horizonte visible, se arriesgarían a lo único positivo que tenían: ellos mismos. Una bocina sonora, grave, y tan escalofriante como todo cuanto se avecinaba hizo vibrar el vagón entero. Lentamente, la locomotora fue reduciendo su velocidad y en cuanto pusieron los ojos en el exterior descubrieron la estación de tren de la ciudad de Anthea.


Este relato pertenece al proyecto Viajes Literarios de la plataforma Reivindicando Blogger
Desde Ámsterdam: Chispas 

9 comentarios:

  1. Si este relato fuera un ejercicio de mi clase de Géneros literarios, diría que las marcas no son más que el reconocimiento mutuo cuando sabes que querrás a alguien para siempre, aunque ese amor evolucione (¿tan escalofriante como la bocina?), y que Anthea es ese lugar común al que se llega después, esa nueva vida compartida llena de sorpresas y retos.
    Pero ese es un análisis. El toque de fantástico está muy bien, explicado con pequeñas cosas que nos hacen entender Anthea y su magia sin necesitar mucho más.
    ¿Podrías escribir más de esta historia? Sí. ¿Pero debes? Eso ya está en tu mano. A mí me parece que así está ideal. No quiero, ni necesito ni espero más.
    Como siempre, estupendo, Em. La narración de diez, por cierto.
    ¡Un abrazo!

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    1. No podría estar más de acuerdo. Es un relato bellísimo en su simplicidad, y totalmente redondo.

      Me encanta.

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  2. Y ERES CAPAZ DE DECIR QUE TU RELATO VA A SER MALO ES PARA MATARTE EMILIA PARA MATARTE LA VIDA MUCHO Y MUY FUERTE.
    Al principio pensaba que la cosa iba de vampiros pero al final no y ha sido sencillamente genial. Vamos, que me has llevado por un camino y cuando me he encontrado en otro ha sido como «¡NO ME LO PUEDO CREER!», pero genial *-*
    Cuando me emociono me expreso como el culo xD
    Dios, echaba muchísimo de menos leerte. No te haces una idea.
    Magnífico, Em.
    Un beso,
    C.

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  3. Como la señorita Julia Arosim (qué juego más malo de palabras), me ha quitado la idea de ser un empollón y llevar todo desde un punto de vista de los géneros literarios, voy a realizar un análisis mucho menos "intelectual" y mucho menos guay de lo que me gustaría.

    *Julia te odio, pero con amor*

    Por lo tanto, voy a sobreinterpretar el texto y me voy a flipar un poco:
    Para mí, la idea del tren es la vida por la que todos tenemos que pasar, hasta que apareces en el vagón de una persona y logras unirte a ella (la alegoría de sentarse al lado). El sentarse al lado es la consciencia de que tu vida está ligada a esa persona y cuando decides aceptarlo.
    El destino, puede parecer muy evidente, no es una corona, no es un reinado, es la idea de formar una familia y en el relato los hijos son cada uno de los habitantes de esta maravillosa ciudad.

    Como dije antes, esto es solo una sobreinterpretación de lo que me dice el relato, para nada es un análisis crítico. Pero, como puedes observar, tiene tanta "chicha" como quieras darle. Para nada es un relato plano, para nada es un relato para un proyecto de un blog. No. Es mucho más. Como cada entrada de este blog. Es una parte de tu vida. Es tu pluma. Es tu letra. Es tu estilo. Eres tú.

    Y me encanta.

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  4. Em. Leyendo esto me han entrado ganas de arrancar de la pantalla del móvil la conversación que tuvimos ayer y lanzártela a la cara. Que tu relato era malo. QUÉ. QUÉ DICES. Sólo por cómo usas las palabras yo ya sé que algo tuyo no puede ser malo, pero ¡esto! ¡Esto es manjar de dioses!

    Me ha impactado muchísimo lo que has hecho para partir de Ámsterdam y llevar el relato por donde tú quieres: tu magia, tu fantasía, tu sentimiento oscuro. Está ahí. Tú estás ahí, en el relato, implícita. Llevas algo dentro que aflora cuando te pones a escribir, que lo llena de un color entre el azul y el gris que no puede hacer otra cosa que ponerme los pelos de punta. De aquí en adelante ya sé que no puedo creer lo que me digas respecto a la calidad de tus relatos. Son todos maravillosos, todos tienen tanto nivel que, desde el poquito que yo tengo, se ven todos tan arriba que no puedo distinguir los fallos. Enhorabuena, Em.

    (Casi he podido ver a mis personajes bajándose del tren en Ámsterdam y a los tuyos subiéndose, cruzando miradas en la estación de trenes. Ha sido mágico).

    Un beso muy, muy fuerte
    Paco M.

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  5. Yo he llegado aquí sabiendo que me iba a encontrar con algo maravilloso. Pero no esperaba que fuera tan maravilloso. Escribes tan bonito, Em. Escribes tan especial, de tus palabras fluye una fuerza, una potencia que llega a lo más humano de cada persona (al menos a mí me pasa) y lo hace vibrar. Este relato me ha arañado, he sentido la pasión, el fuego, el erotismo. Este relato ha sido algo superior. Pura estética también.

    Espero que nunca dejes de escribir palabras tan penetrantes.

    Un abrazo muy fuerte,

    Alberto.

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  6. AY EM CARIÑO PERO QUE BONITO!!!!

    Ya la cita que pusiste me hizo intuir que el relato me iba a gustar incluso antes de leerlo. Me pareció monísimo el chico acurrucadito en tren.

    Me has llevado desde la pena, la tragedia y el encuentro carnal y apasionado, hasta la más dulce reconciliación de estos dos enamorados, a los que les quedan por afrontar muchas adversidades. Además el suspense y la expectación que me suponía todo el rato no saber que era lo había pasado entre ellos dos ha sido un puntazo, estaba ansiosa por leer más y saber qué había pasado. Quizá el chico es un poco afeminado para mi gusto, o no afeminado, pero como un poco blandengue, por decirlo de alguna manera. Pero es indiscutible lo bien que escribes.

    Aaaah me encanta lo de las marcas me parece supertierno, bueno todo el final es tierno, y es un momento en que él parece "más hombre" (no sé si me explico muy bien, ya sabes que a mi estas cosas me cuestan).

    Bueno el caso es que me encantó, y que quiero seguir leyendo estas cosas preciosas que escribes.

    Muchos besitos y abrazos!!

    Angie

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  7. Hola, querida Em. Lo primero es que me ha encantado el relato, cuando he terminado he tenido ganas de más, necesitaba tener un "capítulo 2", una segunda parte pero que no es necesaria (sólo para saciar mi sed de la historia). Lo segundo es que está maravillosamente bien escrito, tienes un estilo que cautiva desde la primera frase, es algo realmente alucinante y espero acabar aprendiendo de ti.Por último, y no menos importante, has sabido meternos perfectamente en ese nuevo mundo así que felicidades, muy buen relato.

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  8. Tienes una narración atractiva, equilibrada en descripciones y de lectura fluida y bella.

    Realmente, tanto Jeremy como Liz ya se encontraban en un vagón antes de tomarlo hacia Anthea. Cada uno en uno distinto, pero que en un punto coinciden y se ven inmersos en la misma historia.

    Tiene mucha chicha y parece que no soy el único que lo piensa. ¡Ojalá tenga una segunda, tercera, cuarta, quinta... parte!

    Un abruzo.

    Andreu.

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