martes, 28 de abril de 2020

28. Como arma, Belladona

Apúntame a la sien y dispara
si no hay nada más que hablar,
no quedan palabras ni miradas,
si no logras ver(me) más allá.

Apúntame, con mano de mármol
y uñas, negras garras al final.
Apúntame y dispara, Empusa,
por favor, ven, hazme sangrar.

En mi pecho, una rosa que amarga
la sangre en su lento vagar.
En mis labios, Lamia, risa.
Que tu muerte me sepa a sal.

Que nadie detenga mi pie en tierra,
Carmilla, no toquéis mi altar.
Sepa el cielo que eres flor malvada,
divino y malvado alacrán.

1 comentario:

  1. Me perturba la primera estrofa, y no porque esté mal, si no porque no sé si funcionaría mejor como estrofa final por cómo he entendido el poema o si está perfectamente colocada. Tengo la duda ahí. Te explico: los párrafos segundo, tercero y cuarto obviamente reclaman esa muerte a las vampiresas o protovampiresas (excepto Carmilla que ya lo es, y bueno, magnífica vuelta al vampirismo gracias desde el fondo de mi corazón latino porque se te da muy bien, tienes muy asumido el rollo vampírico), a la vez que las ensalzan y se nos muestra ese conflicto interno que tiene la voz poética, un conflicto tan grave que busca la muerte.
    Sin embargo, en la primera estrofa, aunque hay súplica de muerte, y breve reclamo de no ser un monstruo (¿quizá otra vampiresa?) con ese "si no logras ver(me) más allá", no hay aparición vampírica (a no ser que suceda lo que he dicho hace nada, que la propia narradora sea una vampiresa, lo cual enlaza con la última estrofa con el tema de no detener sus pasos o tocar su altar). Entonces, aunque como estrofa introductoria, digamos, funciona de lujo, no sé si desplazándola al final el efecto de monstruo-no monstruo, búsqueda de la muerte, desafío y tal sería más fuerte o menos.
    En fin que me he hecho la picha un lío yo sola dándole vueltas a un texto que en realidad me ha gustado mucho. O sea, fíjate la de cantidad de lecturas que le he sacado, y me he puesto ahí a hilar unas cosas con otras como una loca. Qué me haces, faraona, REINA, qué me haces.

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