Bajo los pies
la arena que forma el camino,
la ausencia de voz y de ritmo,
calma al pie de la montaña
y la piel del revés.
Un paso más
y se abre, inmenso, el cielo.
Se vuelve escarpado y estrecho
el sendero, primera y última puerta
al Más Allá.
Retroceder
es caer al más profundo abismo,
flotar de nuevo en lago cristalino
y nadar en una honda alberca
hasta perecer.
Si has de seguir
te devorarán antiguos miedos
cantados por juglares, por aedos,
que te asaetan desde las almenas
de roca y marfil.
Al retornar
cientos son los deseos, los sueños,
que resuenan contra las aguas, perros
quejumbrosos de la vieja aldea
no dejan de aullar.
La exacta mitad
de un trayecto infinito, maldito,
entre los pulmones bien hendido,
más castigo que honorable tarea:
piernas, por favor, aguantad.
No pienso rendirme ahora,
a la luna voy a destronar.
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